Los días 6 y 7 de marzo tuvieron lugar en Madrid las Jornadas de Reflexión sobre Políticas Culturales organizadas por la Plataforma en Defensa de la Cultura. Participé en la Mesa de la Danza junto a Manuel Segovia (Presidente de Emprendo Danza), Mercedes Zúñiga y Javier García (Asociación de Profesionales de la Danza de la Comunidad de Madrid). En ella dialogamos sobre los problemas específicos de la danza en la ciudad de Madrid. Mi intervención se centró en la defensa de la necesidad de una política cultural específica para la danza en la ciudad de Madrid.

Os dejo aquí el texto de mi intervención “Por una política cultural para la danza. De la no política cultural a una política cultural específica para la danza en la ciudad de Madrid.” Cualquier comentario para el debate será bienvenido.

Mesa Danza - Eva Moraga

 

Por una política cultural para la danza. De la no política cultural a una política cultural específica para la danza en la ciudad de Madrid.

Hay varias formas de enfrentarse a un proyecto. Desde la idea o desde el problema.

La primera es la propia, por ejemplo, de los creadores, de los autores, de los artistas, que actúan de forma independiente de cualquier entidad cultural, en donde éstos llevados del impulso creativo, de su necesidad de crear y contribuir apuestan por una determinada idea que quieren mostrar y la llevan a cabo. No se plantean el impacto que tendrá ese proyecto en las personas que lo vean (impacto medido en números), ni si tendrán que rendir cuentas a alguien, simplemente se rinden cuentas a sí mismos (y eso está bien). Tampoco se plantean la solución de un problema social en la mayoría de los casos (e incluso si lo hacen porque se trate de un proyecto artístico de carácter social no establecen mecanismos para saber si lo que hacen es lo que se necesita ese grupo. Simplemente creen que es necesario y lo hacen). Y al final cuando ya lo han realizado se preguntan: ¿He conseguido lo que buscaba? ¿Se acerca el resultado a la idea que tenía en mi cabeza?

La segunda es la propia del gestor/técnico cultural vinculado a una entidad cultural pública o privada o del responsable político. En este caso no se puede permitir el lujo de tener una idea brillante y creativa y simplemente llevarla a cabo porque sí. El gestor cultural y el responsable político no solamente son responsables ante sí mismos sino ante los ciudadanos y ante el sector profesional al que afecte un determinado proyecto o una política específica. Debe rendir cuentas de lo apropiado de los programas, proyectos y acciones que lleva a cabo para solucionar un determinado problema y del impacto real que han tenido en la resolución del mismo. Debe responder ante todos los agentes que trabajan y funcionan dentro de ese sector pero también ante los ciudadanos que reciben los productos y servicios que dichos agentes proponen.

En este segundo caso primero hay que conocer el problema, realizando un análisis profundo y correcto de la situación, de las deficiencias o las necesidades identificadas y de las causas raíz de las mismas, generando propuestas que vayan directamente a atajar esas causas raíz y no tengan un efecto meramente superficial, elaborando un plan de acción que recoja esas medidas que van directamente a luchar contra el fondo del asunto y estableciendo desde el principio cómo vamos a evaluar el impacto real que nuestro proyecto ha tenido en el problema.

Pues bien, la política cultural debe hacerse desde el problema no desde la idea. Existe la tendencia tanto desde el sector como desde las Administraciones Públicas, los responsables políticos y los gestores culturales a que cuando se les pregunta por la política cultural adecuada para un sector todos se lancen a dar ideas (pues estaría bien hacer esto, ¡qué guay estaría hacer lo otro!, ¿y si hiciéramos como en Francia o en Honolulú?). Y seguramente hoy lo vamos a volver a ver aquí. Una política cultural no puede ser un conjunto de ideas que nos gustan, “que molan”, porque hemos visto que en otros sitios han funcionado bien o simplemente porque sí. Si nos ponemos serios y nos preguntamos: de acuerdo, te oigo, me estás proponiendo esta medida en concreto. ¿Puedes decirme por qué esa medida y no otra? ¿Puedes indicarme a qué problema va dirigido y si de verdad va a terminar con la causa raíz, con la verdadera causa del mismo? ¿Puedes decirme por qué has escogido ese problema y no otro? ¿Por qué es prioritario?

Una política cultural no puede ser un conjunto de iniciativas o de ideas que nos parecen geniales, tampoco es meramente hacer un plan de ayudas. Una política cultural engloba muchos más instrumentos, acciones y medidas que meramente dar subvenciones (estando, por supuesto, bien que éstas existan). Una política cultural ha de basarse en un análisis serio y riguroso de los problemas existentes, en el establecimiento de cuáles de esos problemas son prioritarios para resolver, la identificación de sus causas raíz (no podemos quedarnos en la primera respuesta dada a la pregunta de por qué se está dando un problema), tener muy claro hacia dónde vamos, cuál es la visión que nos inspira, fijar cuáles son nuestros objetivos y los resultados tangibles que queremos conseguir ¿dónde queremos llegar? ¿Qué queremos conseguir? Decidir qué haremos para llegar allí y conseguir los objetivos que nos hemos marcado y cuánto invertiremos o podemos invertir para conseguirlo (mucho más que ayudas), estableceremos un plan, lo ejecutaremos y desde el principio nos plantearemos cómo sabremos al final del camino que lo hemos conseguido, que lo hemos logrado, una vez ejecutadas las acciones y medidas propuestas y llevadas a cabo.

Eso es una política cultural. Así sabrían los ciudadanos qué visión se les propone (visión en la que también pueden o habrán podido participar en crear), qué problemas se van a querer resolver por resultar prioritarios, qué objetivos se tiene, qué se va a hacer. Así se les podrá pedir cuentas al final de la ejecución de esas medidas a técnicos y responsables políticos de lo que han hecho, del impacto real que han tenido y de si al final ha servido para algo lo puesto en marcha.

Pues siento deciros que en estos momentos no existe política cultural ni a nivel de la CCAA de Madrid ni en el Ayuntamiento de Madrid. Lo que hay es una “No política cultural” puesto que como ciudadanos desconocemos qué se pretende hacer y por qué, qué se quiere solucionar y cómo se hará y por qué lo que se ha decidido hacer es lo mejor en lugar de cualquier otra medida. La “no política cultural” es un mal endémico en nuestro país (a pesar de palabras e incluso algún que otro Plan Estratégico con título grandilocuente), quizás por la poca formación en gestión cultural tanto de gestores, técnicos, responsables políticos e incluso de los propios creadores que plantean medidas de la misma manera que se plantean proyectos artísticos.

Y en esto somos responsables todos: el sector porque sigue planteando medidas sueltas en muchos casos sin articulación de las mismas, sin una adecuada justificación y argumentación convincente para nuestros políticos sin que suene a lamentaciones sino a un estudio serio y profesional de lo que se pretende. Pero también lo son nuestros políticos que se ponen a pensar en política cultural cuando llegan a las instituciones con lo que tardan dos años o más en poner en marcha medidas (que no una auténtica política cultural). Hay que ponerse a pensar en política cultural antes de llegar al gobierno, hay que conocer los problemas, sus causas y plantearse cómo solucionarlos antes de que tengan lugar las elecciones para que no se pase la legislatura entre dimes y diretes y se puedan poner en marcha las medidas de forma ágil. Se nos van pasando los años entre la no política cultural de un partido y la no política cultural de otro partido y los problemas siguen sin solucionar.

Otra de las preguntas que hay que hacerse es si debe haber “una política cultural transversal” o “una política cultural específica”. Desde el Ayuntamiento parece abogarse por la transversalidad puesto que en el Plan de Ayuda al Creador (que es el plan de ayudas al sector cultural) se pretende que puedan concurrir todos los profesionales de cada uno de los subsectores en función del elemento de la cadena de valor en la que se muevan. En el título de estas jornadas, por otro lado, se dice “Jornadas de reflexión sobre políticas culturales” por lo que parece que no debe haber una sola política cultural sino muchas según los sectores (aunque quizás se esté refiriendo a medidas de política cultural simplemente).

La transversalidad tiene la ventaja, por un lado, que facilita las cosas para los que desde dentro gestionan las medidas y su ejecución. Pero siendo cierto que hay ciertos problemas que son similares ¿responden todos ellos a las mismas causas raíz en todos los subsectores de la cultura? ¿pueden solucionarse con la misma medida (en este caso una convocatoria de ayudas para algunos de los elementos de la cadena de valor)? La transversalidad responde a que no se realiza un análisis previo de la idiosincrasia de cada sector y de sus problemas puesto que si se hiciera uno vería que nada tiene que ver la situación de las artes visuales, con la de la danza o el cine, e incluso hay diferencias entre las llamadas artes escénicas. La transversalidad puede dejar problemas importantes y relevantes en cada subsector sin solucionar. A diversidad de problemas es necesaria una pluralidad de soluciones. La transversalidad lleva a una homogenidad en las soluciones que puede llevar a la no consecución de ningún impacto en ciertos sectores.

Por lo tanto, y partiendo de lo que expuesto hasta ahora creo que es necesaria una política cultural específica para la danza en la ciudad de Madrid. ¿Por qué? Porque hoy la danza en Madrid se encuentra peor que en el año 2010.

diapositiva06En un primer y muy superficial acercamiento cogiendo simplemente los últimos datos publicados por la SGAE[1] vemos que las funciones y el número de espectadores al año se han reducido en más de la mitad y en más de un 40% la recaudación en solo cinco años. Sin embargo, si lo comparamos con el teatro la situación es muy distinta. En el caso del teatro las funciones sólo se han reducido un 11% y tanto el número de espectadores como la recaudación se han incrementado.

Sin embargo, el número de compañías sigue subiendo así como el de bailarines y futuros coreógrafos que siguen saliendo del Conservatorio y de las Escuelas de Danza.

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De estos datos se deducen, entonces, algunos de los problemas de la danza en la Comunidad de Madrid y en su capital: las funciones, el número de espectadores y la recaudación se ha reducido a la mitad y no se genera trabajo para todas las compañías que se siguen creando y todos los profesionales que siguen saliendo de los centros de formación.

Si no realizamos un análisis en profundidad de las causas raíz de estos problemas daremos respuestas rápidas a la pregunta: ¿por qué es ésta la situación actual de la danza en nuestra ciudad? Se dirá: por la crisis económica, por el IVA. Pero ¿son éstas verdaderas causas raíz? Como hemos visto esas causas aparentes no han afectado al teatro en igual medida. Es evidente, entonces, que la situación del teatro y la danza en Madrid no es igual y, por lo tanto, se necesitan soluciones específicas para cada sector.

Si miramos los datos de la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales en España e intentamos averiguar por qué no va la gente a la danza[2] nos encontramos que curiosamente, al contrario de lo que suele pensarse, no es porque le resulte difícil entenderla o por motivos económicos sino porque no tiene interés alguno o porque no tiene tiempo para asistir.

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También podríamos preguntarnos si la gente no va simplemente porque no se programa. De los espectáculos programados en el año 2015 en la Comunidad de Madrid en el Programa Platea en los que participan 12 municipios de los 179 municipios de la Comunidad de Madrid se programaron solo 14 espectáculos de danza frente a los 42 de teatro.

Por lo tanto, cabría preguntarse que se va a hacer en la ciudad de Madrid como política cultural específica para la danza, más allá del Plan de Ayuda al Creador, para dar soluciones concretas a la danza, para que:

  • Se cree un puente entre el público y la danza
  • Los ciudadanos tengan interés por la danza
  • Los ciudadanos tengan tiempo para asistir a la danza
  • Se programe danza en espacios escénicos y culturales
  • Se genere un tejido estable que genere recursos suficientes para la sostenibilidad de las compañías, profesionales y trabajadores de la danza

Reflexionando sobre diferentes medidas que den respuesta a estas necesidades identificadas, desde el sector de la Danza consideramos que los Programas estables de Compañías Residentes de Danza pueden ser una herramienta adecuada para crear vínculos entre el público y la danza y generar interés en los ciudadanos por esta disciplina artística. En el año 2016 elaboré para FECED el informe “Impulsando los Programas de Compañías Residentes de Danza. Propuestas para su implantación y mejora en España[3] en el que se explicaba en qué consisten los Programas de Compañías Residentes de Danza así como sus requisitos, sus diferencias con las residencias artísticas temporales, ejemplos existentes a nivel internacional y nacional y los retos del marco normativo actual para su implementación y se exponía diferentes propuestas de posibles marcos a implementar a nivel estatal, autonómico y local para la creación e implementación de estos Programas en cada uno de esos niveles de forma independiente o simultánea y complementaria.

A nivel local se proponían diversos modelos:

  • Ayudas plurianuales dirigidas a compañías de danza que quisieran ser residentes en espacios de titularidad pública de la entidad local.
  • Ayudas plurianuales a espacios escénicos de titularidad privada que acojan a una compañía residente.
  • Concurso de proyectos de compañía residente para un espacio específico.
  • Convocatoria para la cesión de uso de espacios municipales para compañías de danza en la primera fase de su trayectoria (aunque como explicamos en el informe esto no se consideraría un verdadero Programa de Compañías Residentes porque no iría acompañado de una dotación económica y de un apoyo técnico y profesional).

En este informe se ponía de manifiesto cómo aquellos países que son líderes en el sector de la danza a nivel internacional como Francia o Bélgica tienen programas de compañías residentes de danza que han servido no solamente para impulsar la danza en sus territorios sino también para ayudar a la sostenibilidad de las compañías y generar pasión y amor por la danza en sus ciudadanos, creándose un vínculo emocional estrecho entre compañías y comunidades. Pero esto es solo un ejemplo de las medidas que se podrían impulsar dentro de una política cultural específica para la danza en la ciudad de Madrid que exponemos aquí como referencia de medidas que se pueden impulsar que verdaderamente actuarían sobre varias de las causas raíz de los problemas de la danza en nuestra ciudad.

¿Qué necesitamos, entonces, para la danza en la ciudad de Madrid?

  • Una visión para la danza a largo y medio plazo en la ciudad de Madrid, visión en cuya generación participemos todos: responsables políticos y de la Administración, profesionales del sector y ciudadanos.
  • Un liderazgo claro, convencido y capaz de fijar la dirección para el logro de los objetivos que se fijen.
  • Una política cultural específica para la danza y un plan de acción concreto con objetivos, resultados tangibles, acciones y medidas que vayan dirigidas a solucionar las causas reales de los problemas, que vaya más allá de las ayudas económicas hacia medidas complementarias y adicionales de impulso y promoción de la danza, todo ello con un presupuesto suficiente.
  • Una voluntad clara de diálogo, transparencia y rendición de cuentas con el sector de la danza y con los ciudadanos con mecanismos de evaluación reales anuales.

[1] Anuario SGAE de las Artes Escénicas, Musicales y Audiovisuales, 2016.

[2] Desgraciadamente no existen datos específicos de los habitantes de la Comunidad de Madrid o de la ciudad de Madrid por lo que no nos queda más remedio que extrapolar los datos existentes a nivel nacional.

[3] http://feced.org/2016/10/25/companias-residentes-en-espana/

 

Autor: Eva Moraga